sábado, 7 de noviembre de 2009

miércoles, 24 de junio de 2009

viaje a ninguna parte



UN DÍA DE MERCADO
Ahora que estamos en invierno y por la crudeza del tiempo y las largas noches, nos aletargamos en algún fiadeiro de vecindario, es el momento propicio para contar alguna historia del pasado. Seguro que algún vecino recuerda aquella ocasión en que…
Era un día de otoño, oscuro y lloviznoso. Estaba “co gao” por la zona del Vidual y el agua se deslizaba por el capote como si por un “louxao” se tratase. Los pies, de momento estaban calientes en los zapatos de “pao”. Tenía una buena plantilla de “palla”, pero aun así tenía que estar “zapalexando” por el frio. Lo cierto es que estaba esperando por un vecino que venía un poco más abajo. Deberíamos quedar para preparar un viaje al mercado para acarrear suministro para sobrevivir al duro invierno que se avecinaba. Yo tenía que traer aceite y sal y un poco de azúcar…además de un “pelexo” de vino. Cuando llegó, después de quemar unos pitillos hechos con corteza de avellano que me dejaron el pulmón como si hubiese soportado un terremoto, acordamos en ir dos días más tarde. Yo ya había “buscado” una “burra” de un vecino, que estaba media bravía.
Salimos a eso de las seis de la mañana y nos vino la luz del día en Puente porto, llevábamos un farol para alumbrarnos un poco hasta llegar a la altura del Campo, pero con el aire que hacía se apagaba y no había forma de encenderlo.
Ya cuando pasamos el puente de Puenteporto, en aquellas laderas empezó a nevar, caían unas “flepas”, como “follas de rebolo”. Doscientos metros más atrás nos seguían unos vecinos del pueblo que iban al mismo mercado. Por el frío que hacía nos tuvimos que bajar de los caballos, pues la experiencia me decía que había riesgo de congelación por falta de ejercicio.
Por fin al coronar las montañas y bajar hasta la laguna de Sotillo, dejó de nevar, (ya que bajamos de altitud), pero atrás seguro que quedaba nevando, ahora a medida que bajábamos hacia Sotillo, la nieve se había convertido en aguanieve y posteriormente en una fina llovizna.
Llegamos al mercado del Puente sobre el medio día, eso si no nos engañaba el reloj de mi vecino. (Era el único del “barrio del cima” que poseía esa modernidad y lo había comprado en la mili… allá por Sidi ifni a un moro). Después de un viaje por la sierra de unas seis horas, nos apetecía una jarra de vino en alguna taberna del mercado y para allá que fuimos. El mercado ya estaba en su apogeo, entonces eran unas 4 casas lo que había por allí.
Muchos nos conocíamos de la feria de Porto, y otros de otros viajes. En el mercado nos encontramos con más gente del pueblo. (Eso era bueno porque el viaje de vuelta iba a ser muy duro como siguiese nevando). En invierno el peligro era el mal tiempo y en verano los “rojos”. En una ocasión en que íbamos cuatro por la zona de peñas Blancas, nos salieron y robaron parte de la carga. (Quizá por compasión nos dejaron parte, ya que se sentían tan miserables como nosotros). Llegamos a casa casi tan vacios como habíamos salido. También otro peligro era la propia Guardia Civil, que con el pretexto del estraperlo se incautaban con algunos productos que de seguro no llegaban al cuartel, si no a sus propias viviendas. Te partían el alma cuando después de un viaje andando por la sierra de 12 o más horas te dejaban sin nada (o los unos o los otros).
Nos juntamos los de Porto en una posada parea comer. Algunos determinamos volver ese mismo día ya que temíamos que el tiempo empeorase, otros decidieron esperar al siguiente día.
Después de pasar en el mercado unas 3 horas, partimos a la sierra. El grupo estaba formado por unas 5 personas, entre ellas D. Martín, (abuelo de Martín Roquexo) y la tía Pepa “Curina”.
La primera parte del camino fue fácil, pero a medida que nos adentrábamos en la sierra, el tiempo se encrudecía y al encontrarnos de nuevo en la laguna de Sotillo, había unos 50 centímetros de nieve. Eso no era nada!. Pero arreció el temporal y la “cibrisca” que caía era tan helada que nos hacía daño en la cara. Los pies y las manos ya empezaban a doler a causa de la congelación, pero no podíamos parar, sabíamos que de hacerlo nos moriríamos de frio y todavía quedaban unas cuatro horas de camino (en condiciones normales).
A medida que avanzábamos el frio se hacía irresistible. Yo para calentar las manos, metía los dedos en la boca y con el aliento se templaban un poco.
No había ningún refugio en lo que quedaba de camino. Recuerdo que mi abuelo me contó que había una ermita, llamada de San Pedro, en medio de la vega de la Segundera. ( Hoy bajo las aguas del pantano de Puente Porto). Según él, iban los mozos de algunos pueblos de Sanabria de romería , pero ya solo estaban las ruinas.
Seguíamos caminando y de pronto la tía “Pepa” me dio un tirón del capote y me dijo que se quedaba atrás “ para hacer sus necesidades”. ‘le dije que pararíamos a esperarla, pero ella me sonrió y me dijo…- ya me quedé sola en otras ocasiones y terminé el viaje-.Se lo comente a algunos compañeros pero prefirieron no parar y acordaron que ella ya seguiría sus huellas. Ella asintió con la cabeza.- la vida en los momentos de extrema gravedad nos proporciona la suficiente sangre fría , o tal dosis de egoísmo para sobrevivir, que determinamos dejarla sola-.
Allí se quedó detrás de una roca, refugiada del viento. Caminamos durante una hora más, perdidos por la niebla… y la nieve que lo transforma todo y el aspecto de todo lo cambia…muertos de frio y de cansancio. Yo no me quitaba de la mente a la pobre mujer que había quedado atrás. Se me partía el corazón, pensando en la elección de dejarla sola. Debatimos en volver a buscarla, pero nos dimos cuenta que la nieve que caía cubría rápidamente las huellas que dejábamos y si estábamos perdidos volver hacia atrás implicaba mas desorientación. Optamos por seguir caminando. Así, para salvarnos nosotros condenamos al más débil, ya que tenía pocas posibilidades de salvarse, pero era una elección, o ella sola o todos nosotros.
La niebla, empezó a emborracharnos y llegamos a sentirnos perdidos, pero no debíamos dejar de caminar si no queríamos morir congelados. Fue entonces cuando a alguien se le ocurrió la idea que nos salvó probablemente la vida, a él se la había contado un compañero de viaje en otra ocasión. Consistía en dejar los caballos solos y el instinto los llevaba a casa. Así no teníamos más que seguirles. Y fue lo que hicimos. Estuvimos todavía 6 horas más de viaje y cuando llegamos. (Gracias a los caballos)… había sobre un metro de nieve en el pueblo.
Arriba, en la sierra probablemente mucho más… y allí se había quedado la tía Pepa. Fue su último viaje. Su última compra en el mercado.
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jueves, 8 de enero de 2009

rincones del pasado




A MEU PAE
Y cuando tus manos callosas torpemente le abran,
del cuerpo fuerte y robusto brotará una delicada calma,
de los ojos oscuros que proyectan una sombra acerada,
surgirá brillante y espaciosa, la luz de un amor que abrasa.
Desbordarán tu cuerpo y tu alma,

 lágrimas dulces y amargas.
Cuando de mi silencio muerto, surja para ti una carta.

Porto e.


LA ESTERILIDAD DE UN PUEBLO
Dicen que primero fueron unos pocos,
tal vez pastores o peregrinos que iban de paso.
Pero lo cierto es que se quedaron y le dieron vida a los montes y valles.
Parieron las vacas y también las mujeres.
El silencio de las noches nevadas se rompió en los llantos de unos,
las risas de otros y calló el viento para, de año en año,
oír la algarabía de los niños. Morían aquellos y nacían los otros.
Eran tiempos difíciles, de manos encalladas... y también los píes,
de días de hambre y por ello de mucha fuerza y coraje.
Y así conquistaron las laderas, domaron los llanos y el pueblo
procreaba... crecía, envejecía y rejuvenecía.
Llegaron los tiempos,mal llamados civilizados y con ellos el progreso.
Se iluminaron las noches,se hicieron caminos, en la lucha, algunos desfallecieron y miraron hacia el horizonte...más allá de estas montañas,
incluso, dejaron la tierra, buscaron el mar y en la otra orilla
encontraron otra tierra.
Allí quedaron sus huesos su pasado y su historia.
Y aquí, los otros, siguieron girando la rueda.
Acababa el invierno y volvía el otoño y nos engendraron a nosotros.
Ya débiles... abandonamos la lucha
y nos asentamos en la vida fácil y cómoda, todo en bien de nuestros hijos,
para allanarles el camino...¿ Y qué camino?.
Nos fuimos también más allá de las montañas,
pero la nostalgia nos trae de paso y cada año vemos el pueblo más viejo.
Ya no tiene aquella vitalidad, dejó la juventud y con ella la fertilidad.
Es estéril, ya no hay niños que continúen la historia,
ya no se juega en las calles, volvió el silencio, tan solo, para hacer
un poco de ruido, de vez en cuando,nos visita el viento y lo llena todo,
hasta el vacío de los niños.Y pasa imperturbable el tiempo
y después... aún más silencio.